Cómo incorporar la sostenibilidad en la empresa
Más pronto que tarde, todas las organizaciones que quieran seguir siendo competitivas tendrán que incorporar la sostenibilidad en sus procesos, con una base sólida y una adecuada comunicación. Lejos de modas y tendencias, la sostenibilidad es una cuestión estratégica, y su buena gestión genera nuevas oportunidades y rentabilidad; pero sobre todo, posibilita cumplir con las exigencias del mercado.
Por si esto no fuese suficiente, la aportación de las empresas en este sentido tiene una utilidad más profunda a nivel global. El desarrollo sostenible promueve las oportunidades económicas y la prosperidad; así como el bienestar social y la protección del medio ambiente. Así, las empresas que son capaces de incorporar la sostenibilidad internamente, ayudan al crecimiento conjunto de la sociedad, alcanzando mayores cotas de equidad y justicia.
Entre los beneficios más destacables a nivel organizacional, la sostenibilidad permite optimizar el trabajo de los empleados, reduciendo costes y conservando recursos valiosos. A consecuencia de esto, no se comprometen los recursos del futuro, dibujando una compañía más atractiva para los clientes, el talento y los inversores.
Por este motivo, es cada vez más común que las empresas aborden retos que les acercan a alcanzar un desarrollo sostenible: incorporación de los ODS, aplicación de la regla de las 3R, contratación de servicios de limpieza ECO Friendly, creación de manuales de Responsabilidad Social Corporativa o promoviendo el cuidado del medio ambiente en la oficina, por ejemplo.
Cómo implementar una estrategia para incorporar la sostenibilidad en la empresa
Antes de nada, conviene no olvidar que la sostenibilidad ya es una cuestión importante desde hace mucho tiempo. Por este motivo, existe una regulación amplia al respecto y, de este modo, el primer paso para incorporar la sostenibilidad en la empresa es cumplir con la legislación vigente. Más aún, es recomendable no solo adoptar los requisitos legales, sino hacerlo sobre principios éticos que, según el caso, permitirán a la organización ir un paso más allá y fortalecer la cultura empresarial.
A partir de ahí, la mejor forma de iniciar un proyecto de estas características es tener unos objetivos marcados. Para ello, es fundamental identificar a las partes implicadas en el proceso, asegurando el conocimiento de las cuestiones más relevantes para todos los stakeholders. En este sentido, conviene poner a las personas en el centro de toda la estrategia. Por ello, una buena forma de garantizar el éxito de la estrategia es generar valor para las personas implicadas; especialmente a los empleados, que son la clave en cualquier proyecto que aborde la empresa.
Los objetivos estratégicos, que deben ser objetivos SMART (específicos, medibles, alcanzables, pertinentes y con plazos establecidos), vendrán convenientemente marcados por los temas importantes para los grupos de interés. No se trata (únicamente) de alcanzar una serie de metas generalistas o de copiar lo que está haciendo la competencia; los objetivos deben enfocarse en la situación concreta de la empresa y sus condiciones particulares. Además, es recomendable que cada área de la compañía sea consciente de su importancia para tenerlos en cuenta a la hora de tomar sus propias decisiones.
Una vez tenemos los objetivos de la estrategia para incorporar la sostenibilidad en la empresa, es hora de definir los indicadores clave de desempeño. Esta fase, que también ayuda en las siguientes, permite medir el nivel de cumplimiento del plan y hacer el seguimiento pertinente. Sin la definición de los indicadores, no se pueden recoger los datos necesarios para evaluar el plan; de modo que no es posible saber si la dirección es correcta o no; si el esfuerzo sirve para algo o no.
Posteriormente, la empresa está en disposición de pensar, planificar y desarrollar un plan de acción para alcanzar los objetivos marcados sobre la base del estudio y control de los indicadores clave. Y por último, de cara a garantizar la evolución y relevancia del proyecto, hacer un seguimiento de las acciones (estableciendo, si fuese necesario, mejoras en todo el proceso) que se debe tener en cuenta en el propio plan.
¿Por dónde empezar?
Como en todo cambio estructural profundo, a la hora de aproximarnos a la creación de un plan para incorporar la sostenibilidad en la empresa, la relación coste-beneficio es un factor que puede preocupar a la Dirección. Para reducir esa incertidumbre, es importante saber “vender” el plan.
Tenemos una estrategia que sale de un análisis y una interpretación de la situación. Se ha hecho una medición, se han calculado los objetivos, se ha elaborado un plan de acción. Puede que, incluso, haya un presupuesto para llevarlo a cabo. Pero, todo este trabajo, ¿para qué?
En una empresa, todo se reduce al resultado. Hay otras cuestiones tan o más importantes; pero todo se reduce al resultado, que es lo que permite a la empresa seguir operando (o no). El resultado deriva de una cuenta de resultados: pérdidas y ganancias. Y saber “vender” el plan no es otra cosa que explicar por qué y cómo esos resultados van a ser un poco mejores. Es decir, incorporar la sostenibilidad en la empresa debe influir en la relación de ingresos y gastos de forma positiva.
Los objetivos del plan para incorporar el desarrollo sostenible en la empresa deben ayudar a que el beneficio, a que los objetivos globales de la organización, a que los ingresos, sean mejores. No se trata de que la sostenibilidad consiga el objetivo de la empresa para un período concreto; se trata simplemente de que la incorporación de la sostenibilidad contribuya a ese objetivo, al igual que el resto de áreas de la compañía.
Es puro marketing; en el buen sentido de la palabra: fijarse en puntos de mejora, que vienen marcados por las debilidades del negocio. Para incorporar la sostenibilidad en la estrategia de la empresa, basta con enfocarnos en lo que se podría estar logrando pero que no se está consiguiendo, marcando esos pequeños objetivos. Quizá la sostenibilidad no puede aumentar las ventas, pero puede hacer que más clientes potenciales se interesen por los productos y servicios de la empresa. O aumentar el reconocimiento de marca, incrementar el tráfico a la web, mejorar la retención del talento, impulsar la motivación de los empleados, hacer más atractiva la inversión, etc.
Si todo esto es posible y se puede sustentar todo el plan, es porque a la hora de identificar a los stakeholders y al establecer los objetivos, se hace mirando de reojo a las debilidades (lo que hay que conseguir) y a las oportunidades (lo que se puede conseguir) de la empresa. Al enlazar ambos factores, se justifica que el plan no es voluntarista, es real; porque se sustenta en un análisis externo e interno de la organización. Es decir, que ahí fuera está ocurriendo algo que la empresa no es capaz de aprovechar porque está haciendo mal una serie de cosas.
En cualquier compañía, si el motivo para abordar un proyecto está claramente justificado, no hay necesidad de “vender” nada. Tampoco un plan para incorporar la sostenibilidad y poder, así, garantizar el futuro del negocio.