Los límites del crecimiento
En 2022 se cumplen cincuenta años de la publicación de ‘The Limits to Growth’ (Los límites del crecimiento), el informe pionero en el estudio de las relaciones entre recursos, demografía y los límites del planeta. Dicho informe ya alertaba, a principios de los años 70, de las consecuencias de una sobreexplotación de recursos, inevitable si se mantenía la tendencia de la actividad económica mundial.
El informe sobre los límites del crecimiento se realizó por un grupo de investigación de la prestigiosa universidad MIT (Massachusetts Institute of Technology), por encargo del Club de Roma (ONG integrada por científicos y políticos interesados en el futuro del mundo a largo plazo). 17 científicos del MIT, liderados por el matrimonio formado por Donella Meadows (autora principal) y Dennis Meadows (director del proyecto), emplearon la Dinámica de Sistemas y la informática para desarrollar un modelo que permitiese entender las relaciones entre distintas variables y evaluar tendencias de futuro; en este caso, utilizando datos de cuestiones como la demografía, la producción industrial, la contaminación o la alimentación a nivel global.
El interés por estas cuestiones en 1972 no era casual. Además de un incremento de la atención pública sobre temas como la ecología y el medio ambiente, en las dos décadas anteriores surgieron teorías como la de Marion King Hubbert (geólogo de Shell, sobre el cénit del petróleo), Albert Allen Bartlett (físico de la Universidad de Colorado, sobre los peligros del crecimiento indefinido), Rachel Carson (bióloga marina de la Administración estadounidense, sobre los efectos perjudiciales de los pesticidas) o Paul Ehrlich (entomólogo de la Universidad de Stanford, sobre las hambrunas derivadas de la superpoblación).
A día de hoy, coincidiendo con el aniversario, el trabajo sobre los límites del crecimiento está más de actualidad que nunca. En el modelo del MIT se evaluaron diferentes escenarios en función de la evolución de las distintas variables, y en el escenario estándar (siguiendo la evolución de las tendencias del momento), elaboraron una predicción que hoy nos es familiar: cuando los recursos naturales disminuyen se produce un descenso brusco de la producción industrial y alimentaria, mientras que la población y la contaminación llegan al punto más alto por inercia un poco más tarde, para caer de forma abrupta después.
El modelo de los límites del crecimiento se probó con diferentes escenarios; incluso con recursos ilimitados. En este escenario imposible, siguiendo con las mismas acciones económicas e industriales, el resultado era similar al escenario estándar, como en el resto de hipótesis. Así, las conclusiones del informe fueron reveladoras:
- Continuar con las tendencias del momento conduciría a alcanzar los límites del crecimiento en algún punto de los siguientes 100 años. La principal consecuencia sería un descenso drástico de la población, derivada de la incapacidad para mantener la producción.
- Sería posible alcanzar un equilibrio ecológico y económico sostenible, permitiendo a todo el mundo satisfacer sus necesidades materiales, si se paraba el ritmo de crecimiento.
- Cuanto antes se tratase de alcanzar el equilibrio, mayores posibilidades de éxito para evitar el colapso del sistema, eliminar sus consecuencias más trágicas y permitir la satisfacción de necesidades para todas las personas.
Los resultados del informe, desde una óptica histórica, parecen ciencia ficción. Por ello, aunque tuvo una grandísima repercusión (principalmente positiva, pero hubo también ataques desde distintos sectores de la sociedad), después cayeron en el olvido; pero aún siguen ejerciendo una gran influencia en muchos científicos, ecologistas y autores. Su importancia radica en que, algo que ya se intuía por simple lógica, se demostraba de forma científica por primera vez: en un mundo finito, no se puede crecer de forma infinita.
Los límites del crecimiento, hoy
Tras estos 50 años, no es que se estén cumpliendo los escenarios propuestos por el informe del Club de Roma, sino que la situación es peor. Poco después de su publicación se sucedieron dos crisis del petróleo, que si bien no tuvieron relación directa con la disponibilidad de materia prima en el entorno, supusieron una pequeña muestra de las consecuencias de la reducción no planificada de la producción. A día de hoy, la comunidad científica coincide en alertar de que el tiempo se agota y que el colapso medioambiental y sus catastróficas consecuencias debe tomarse en serio, sobre todo para proteger a los sectores más vulnerables de la sociedad.
En estos años se han sucedido las llamadas de atención sobre esta cuestión, como el Protocolo de Uppsala, célebres obras como ‘Peak everything’ o ‘The party’s over’, el estudio ‘Peak oil’ del Ejército Alemán, el manifiesto de “última llamada” de 2014, las sesiones parlamentarias en España sobre los límites biofísicos del planeta o el discurso de Rickover en el Congreso de EEUU. Además, el informe sobre los límites del crecimiento se ha actualizado varias veces, tanto por los autores del primero como por otros científicos. En todas ellas se constata que el escenario estándar, con alguna variación, se está cumpliendo casi de forma precisa. La última edición de 2020, a cargo de Gaya Harrington (de la consultora KPMG) confirma las peores estimaciones, que por otro lado, llevamos unos años constatando con la sucesión de fenómenos como sequías o inundaciones; que son más numerosos, más graves y, en ocasiones, en lugares poco dados a padecerlos hace algún tiempo.
En los últimos meses han proliferado las noticas que confirman un escenario poco halagüeño. Sólo en 2022 hemos sido testigos de titulares como la prohibición de la importación de aceite de palma en Indonesia, los recortes en la industria cárnica española, el informe IPCC (que constata un cambio climático generalizado, rápido e intenso), el racionamiento de aceite en Reino Unido, la escasez de microchips, el colapso del puerto de Shanghái, la imposibilidad de repostar en el principal aeropuerto de Dakar, el aumento de la migración por causas climáticas, las colas de transporte de mercancías en el Canal de la Mancha, la advertencia del Banco Mundial sobre la crisis alimentaria global, la subida de precios de materias primas (el litio se ha encarecido un 1.653,53 % desde 2012), la escasez de fertilizantes y un largo etcétera. Y estas son cuestiones que, aún siendo locales algunas de ellas, son consecuencias de un mismo problema global.
Qué hacer para evitar el colapso
La situación ha llegado a un punto complejo, en la que las medidas habituales no tienen apenas efecto. Es cierto que ya se están dando pasos para no alcanzar los límites del planeta, pero la duda es si serán suficientes (aunque, en realidad, entre la comunidad científica no hay duda de que no lo serán).
A nivel internacional es preciso apostar por el cumplimiento de resoluciones como el Acuerdo de París, o preferiblemente, superar ese escenario que se plantea para trazar un camino más ambicioso. Y para ello, se necesitan compromisos, recursos y cooperación. También se están tomando medidas en materia de impulso de la innovación tecnológica asociada al medio ambiente (por ejemplo, en energías renovables), la iniciativa de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, el marcado de productos y servicios con etiquetas como el Ecolabel o políticas como el Pacto Verde Europeo y la Ley Europea del Clima.
A nivel nacional, los expertos plantean la estrategia del decrecimiento, considerando que es algo inevitable pero que es mejor planificarlo que sufrirlo de golpe. Este movimiento toma su nombre como oposición al paradigma del crecimiento económico, pero no promueve el empobrecimiento aunque la palabra pueda inducir a ello. Se trata de una corriente política, económica y social que apuesta por el desarrollo sostenible, el concepto de comunidad, la economía justa, el trabajo colaborativo, el consumo responsable y el bienestar social. Muchas de sus propuestas ya están muy extendidas (como la economía circular, el autoconsumo eléctrico o los productos “km cero”), pero la emergencia requiere de una mayor expansión de estas acciones.
A nivel local, se necesita un cambio de mentalidad que ya se está produciendo, pero que ha de ser fomentado de una forma más profunda. La creación de grupos de consumo, la promoción de la relocalización empresarial, la protección del comercio de proximidad, el impulso del transporte sostenible, la apuesta por la valorización de residuos… son algunas medidas que están dando buenos resultados en diversas localidades y regiones de todo el mundo.
A nivel empresarial, existen diversas formas de contribuir para evitar el colapso; las cuales son, por un lado, una obligación desde el punto de vista de la Responsabilidad Social Corporativa, y por otro, una oportunidad de fortalecer el propio negocio. Por ejemplo: tener una estrategia para incorporar la sostenibilidad en la empresa, crear una oficina verde, realizar inversiones en base a criterios ESG, contratar proveedores ECO Friendly, promover hábitos de cuidado del medio ambiente en el ámbito laboral, implantar la regla de las 3R (reducción, reutilización y reciclaje), promover hábitos de vida saludable entre los trabajadores, colaborar en el cumplimiento de los ODS, etc.
A nivel personal, podemos identificar dos grandes formas de tratar de reducir la curva trazada en la gráfica de ‘Los Límites del Crecimiento’ en 1972. La primera es la concienciación, que implica – entre otras cosas – difundir el problema, consumir de forma responsable y participar en acciones sociales en favor del objetivo global. La segunda es reforzar los lazos comunitarios; esto es, fortalecer las relaciones familiares, vecinales y locales, de modo que las consecuencias del deterioro del medio ambiente (se llegue al colapso o no) sean más llevaderas con apoyo y ayuda mutua, también para los sectores más desfavorecidos.
El crecimiento económico debe entenderse como una herramienta para beneficiar al conjunto de la población mundial, no como un fin en sí mismo. Los límites del crecimiento, a estas alturas, están más que claros: es hora de acelerar los cambios positivos de los últimos años, a todos los niveles, para evitar el peor escenario en un futuro cada vez más próximo.