Cómo nos enfrentamos a los wicked problems
La expresión “wicked problems” es muy popular como forma de definir aquellos retos que resultan imposibles o muy difíciles de resolver. En castellano podríamos traducirlo como “problemas retorcidos” pero no en el sentido de malvado, sino como situaciones intrincadas con cierta resistencia a una solución.
Recientemente, sin citar su nombre, el Presidente de Francia ha hablado de problemas de suma complejidad que se ciernen sobre este nuevo curso político; pero que pueden identificarse fácilmente en cualquiera de los países de su entorno. Emmanuel Macron habló del fin de la abundancia (escasez de recursos, aumento de precios, liquidez sin coste…), el fin de las certezas (crisis de las democracias, retroceso en derechos humanos, avance de la extrema derecha…) y el fin de las despreocupaciones (crisis climática, ciberdelincuencia, incremento de personas refugiadas…). Sus declaraciones han tenido mucho eco a nivel internacional y pone de relieve la complejidad de la situación actual, las dificultades para resolver cada apartado y las interrelaciones entre todos los problemas reseñados (como la guerra de Ucrania y su relación con la crisis de suministros, que es a su vez una de las causas de la inflación, que puede derivar en destrucción de empleo, este en pobreza… y así sucesivamente).
Para hacer honor a la verdad, esto siempre fue así para gran parte del mundo; para millones de personas que jamás han conocido la abundancia (incluso en la propia Francia no es difícil identificar a esas personas de las que se ha olvidado su Presidente en el discurso de la abundancia). Pero es cierto que los países Occidentales se enfrentan a una situación que hacía muchos años que no vivían; lo cual, aparte de poner a prueba sus cimientos, será también un agravante para aquellas zonas que que ya viven en ese contexto (guerra, migraciones forzadas, autoritarismo, escasez…) o para aquellas personas que no viven en la abundancia en los propios países desarrollados (como las personas paradas o quienes no tienen permiso de residencia, por poner dos ejemplos).
Todo esto son wicked problems, aquellas situaciones que se caracterizan por componerse de interdependencias complejas, por lo que tratando de resolver el problema inicial, se pueden crear nuevos problemas o agravar otros conocidos. Aunque la definición se usa de forma frecuente desde inicios de los años 70, es en los últimos tiempos cuando hemos asistido al “tsunami de complejidad”: una situación en la que abordamos un buen número de wicked problems que se entrelazan y que amenazan con desbordarnos (a las Administraciones Públicas, las empresas, los gobiernos…).
Si bien podemos emplear la definición de wicked problems en diferentes áreas de nuestras vidas (por ejemplo, en el trabajo) para contraponerlos a problemas controlables (como una operación matemática), su uso se ha popularizado y está alcanzando notoriedad para hablar del futuro de la humanidad, la sociedad o las relaciones internacionales.
Qué es un problema retorcido
También llamados problemas enrevesados, tienen una serie de características definitorias (las 10 características de Rittel y Webber, que posteriormente fueron revisadas por Conklin), que podemos resumir en cuatro:
- Su solución depende de cómo se enfoca el problema. Esto es importante ya que, frecuentemente, se pueden explicar de diversas formas.
- Las partes interesadas tienen diferentes marcos para entender el problema, por tanto, diferentes enfoques y definiciones.
- Cambian con el paso del tiempo, cambiando los recursos para abordarlos, sus restricciones, etc.
- Nunca se solucionan de manera definitiva porque no tienen tiempos de resolución, no hay respuesta correcta (solo mejor o peor), su existencia es síntoma de otros problemas y no hay prueba inmediata de resolución.
Como ejemplo de wicked problems, tenemos cualquiera que requiera que un gran número de partes interesadas cambien sus hábitos y/o códigos para resolverse; como el cambio climático, el tráfico de drogas, la pobreza extrema,
Cómo abordar los wicked problems
Antes de enfrentarse a problemas retorcidos, debemos ser conscientes de que nuestras acciones son clave, para bien o para mal. Por eso, es importante que a nivel personal, empresarial o comunitario, no contribuyamos a agravarlos. Por ejemplo, el cambio climático es un problema complejo que no podemos abordar como organización o individuos; pero sí formamos parte de las partes interesadas de una o varias formas. Por tanto, debemos usar las herramientas a nuestro alcance para contribuir a la causa: contratación verde, abordar la eficiencia energética, practicar el ahorro de agua, gestión responsable de residuos, uso de energías renovables, compra de artículos sostenibles, primar la reparación de productos sobre la compra nueva, colaboración comunitaria, hacer compras de cercanía, primar el transporte público… Este ejercicio se puede hacer con otros wicked problems, como el retroceso al que estamos asistiendo en materia de derechos humanos (ante lo que una empresa podría responder con planes de diversidad e igualdad, o con políticas de responsabilidad social corporativa) o la epidemia de obesidad en países desarrollados (a la que las empresas podrían responder con programas de ejercicio en la oficina, planificación de actividades deportivas, catering saludable, etc.).
En definitiva, aunque sin esperanza de resolución global, por muy grande que sea el problema siempre podemos abordarlo desde nuestra posición individual o colectiva: dado que los wicked problems no tienen solución correcta, estas acciones son de gran importancia para que la evolución sea a mejor y no a peor. Pero, cuando nos enfrentamos directamente con un problema de este nivel, ¿cómo podemos abordarlo? Por ejemplo, en una empresa, se plantean innumerables retos diarios que se deben abordar; y alguno de ellos puede ser un problema enrevesado. ¿Cómo nos enfrentamos a el?
Según el Laboratorio de Aragón de Gobierno Abierto (LAAAB) necesitamos una transición de las organizaciones tradicionales (con jerarquía y burocracia útil en procesos lineales) a organizaciones en red (más abiertas y ágiles para abordar problemas transversales) para dar las mejores respuestas a estos problemas. Para ello, han diseñado el Hexágono de la Innovación Pública, que podemos adaptar en una organización privada o, incluso, algunos aspectos de la vida personal aplicando sus principios (puedes conocer mejor esta propuesta en un magnífico hilo de Twitter escrito por Raúl Oliván, aquí):
- Open. Creando conversaciones bidireccionales, generando alianzas y creando una comunidad de colaboradores.
- Trans. Con equipos multidisciplinares, mezcla de ideas y pensamiento crítico.
- Fast. Hay que priorizar lo importante, enfocarse al cambio y fomentar valores como el liderazgo y la resiliencia.
- Proto. Apostando por los productos mínimos o prototipos que sirvan para experimentar, mejorar el diseño, resolver conflictos y fortalecer la creatividad.
- Co. Mayor conectividad para colaborar, cooperar, trabajar en equipo y aumentar el sentimiento de pertenencia.
- Tec. La digitalización ya no es una opción, pero debe servir para poner a las personas en el centro y multiplicar el impacto.
Los problemas del futuro son una incógnita. Aunque tengamos pistas bastante fiables, la realidad es que no podemos predecirlo, como bien nos lo ha demostrado la reciente pandemia de Covid-19. Pero tenemos algunas certezas… La primera, es que los wicked problems van a ser más y mayores. Sabemos también, en segundo lugar, que en su mayoría estarán definidos o marcados por un gran problema complejo global que es la emergencia climática (provocando o agravando otros problemas enredados como escasez de materias primas, desastres naturales, movimientos migratorios, conflictos bélicos, enfermedades desconocidas, incremento de populismos, falta de alimentos, pérdida de biodiversidad, etc.) En tercer lugar, que las organizaciones (tanto empresas como gobiernos) deben transitar hacia un nuevo modelo que tenga en cuenta la resolución de estos retos y se organicen en consecuencia. ¿Está tu organización preparada para el reto?